Arte: materia levedad y mercado, un diálogo con el pintor Roy Keitel
“Pintura es lo que no
son los medios de comunicación visuales. Un modo de compromiso específico, no
una seducción general. Esa es su importancia para nosotros. Por todas partes y
en todo momento hay un mundo que reformar a través del ojo subjetivo y la
persistente lentitud del pintor.”
Robert Hughes/ El
impacto de lo nuevo
Arte y materia
La pintura es un arte opuesto a la
comunicación de masas,
nos dice el crítico australiano Robert Hughes. No necesita aspirar al
sensacionalismo, ni tampoco ser falsamente icónica. -No es comida rápida- sentencia.
La pintura
forja una relación detenida y penetrante con sus objetos, sean abstractos o
figurativos. Pero actualmente sus técnicas tradicionales han perdido crédito. Y
cómo no adueñarse de los recursos que el medio digital ofrece para resolver
toda clase de problemas inherentes al oficio (artesanal) del artista, inclusive
convirtiendo en fatuos algunos esfuerzos técnicos
en la actualidad.
Cabría
postular alguna clase de riesgo en la simplificación del proceso del arte, sin
embargo, no es este el problema de fondo, sino más bien la asunción de los
nuevos recursos para lograr una genuina apropiación por parte de la
subjetividad del artista en cuanto a su materia. No sería justo colegir que el
problema es el surgimiento de géneros técnicos nuevos, puesto que la
experiencia del arte no pasa por una depuración a partir del miedo o el
prejuicio ante lo que hay; más bien por el contrario, sea lo que fuere que el
arte tenga que decir, lo hará de forma contundente solo desde su permeabilidad.
Sin embargo, hay algo que resignificar para restablecer algún equilibrio roto
por la hiperrealidad del casino económico actual y sus consecuencias estéticas en tanto falseamiento
y subordinación del arte al mercado.
Partamos de alguna definición[1]
La palabra arte
proviene de la palabra latina Ars, en
tanto traducción de la palabra griega techné.
En el siglo de las luces la distinción entre Bellas Artes (artes para el
goce excelso del alma) y artes utilitarias (arte que se agota en una función),
dio lugar a la calificación de artes superiores (goce desinteresado) y artes
menores (vulgares) sedimentando el prejuicio de lo elevado de un pequeño y
selecto conjunto expresivo (escultura, ballet clásico, pintura, música clásica,
arquitectura, teatro) en desmedro de otras expresiones consideradas
vernaculares, contribuyendo a la sedimentación de un logocentrismo europeo.
Despotismo ilustrado.
El siglo XX hizo estallar la categoría de las Bellas artes,
pues nuevos géneros como el cine, la fotografía, el cómic, reclamaron
reconocimiento.
Hoy en día, algunos críticos como Jacques Thuillier[i][2]
hablan de un vacío semántico en el
arte. Una ausencia de definición o de criterios para juzgar en el arte, que
genera sobrevaloración o “inflación” y poca sustancia: algo como todo vale, entonces nada es realmente valioso.
La diferencia de abordajes sobre el mismo punto entre artistas
y críticos es explícita. El pintor Roy Keitel, con quien he sostenido la
conversación que dio lugar a este artículo, afirma, como lo hiciera Gombrich al
introducir su clásico “Historia del arte”, el arte es lo que hace el artista.
No hay Arte, así con mayúscula, sino artistas que se
“apropian” de lo que viene dado desde su plataforma cultural así como desde un inconsciente colectivo, afirma Keitel.
Arte y capitalismo
El terreno
del arte no ha sido menos susceptible que otros en ser afectado por la lógica
del sistema financiero actual y sus concomitantes burbujas económicas*.[3]
El arte
contemporáneo se convirtió en un mercado de bienes de lujo para ser
coleccionados por los hombres más ricos del planeta en las últimas décadas. El desempeño
de algunas instituciones del arte contemporáneo infló y parasitó la gran
burbuja. Casa Sotherbys, por ejemplo, se hizo de pujadores ficticios para elevar exponencialmente el
valor de las piezas en subasta contribuyendo a generar la ilusión del gran arte
contemporáneo. Aparecieron también nuevos art
dealers y críticos de arte validando el gran interés conceptual de lo que
constituye una época dorada para el arte,
sin mejor parangón que el propio Renacimiento[4].
Mientras
tanto las cajas llenas de fruslerías diseñadas por Damian Hirst, un artista
inventado por un publicista británico, realizadas por sus ciento cincuenta
operarios en el taller de su mansión, se acopian convertidas en burbujeante
patrimonio.
El arte
creado como un modo de seducción inmediato, al igual que las imágenes de la
publicidad, constituye la misma clase de droga. Droga que enajena al artista de
su propia capacidad disruptiva.
Bienvenidos al fascinante mundo de la
imagen
Hay algo de
perverso en la lógica financiera introyectada en el arte pues la misma se nutre
de las subjetividades auténticas y las devuelve a la vida convertidas en
espectros vaciados de sustancia: crea, tal como dice la psicoanalista Suely
Rolnik, subjetividades prêt-à-porter, vampirizando
la cultura (esto es, lo humano por definición) y su potencia creadora.
El arte se
convierte en fuente de valor para la forja de un sistema que distingue subjetividades de lujo y subjetividades basura[5],
llevando al paroxismo la diferencia entre ricos y pobres (Según cifras del PNUD
el 20% de habitantes del planeta posee el 90% de la riqueza y más de mil
millones de seres humanos viven con menos de un dólar al día).
El camino de
la desregularización de mercados que supuestamente comportaría una experiencia
de la libertad y el robustecimiento de la democracia, no ha servido sino para
sedimentar las oligarquías en todo el mundo.
Diálogo con el pintor
Roy Keitel
Parto del
presupuesto según el cual el arte -lo mismo que la economía, la política, la ética,
la relación del hombre con la tierra y con los demás seres vivos- se encuentra actualmente en crisis.
R.K.: Las crisis producen una
bifurcación sistémica al quebrarse una forma (orden) social hegemónico. En este
punto, a las formas artísticas (culturales) vigentes se les oponen dos
vertientes. Una que propone volver a un pasado perdido, otra que intuye un
futuro posible. Se trata de la confrontación por una nueva hegemonía.
El stablishment del mercado
artístico previo a la crisis, dominado por la lógica financiera, enfrenta una crisis de valor, igual que lo
ocurrido con las hipotecas basura. Reposa en un modelo de comercio
excesivamente burocrático. Muchos intermediarios agregando valor, poca
sustancia en la obra. Se traduce en un peso excesivo del mercado sobre la
producción artística.
De este modo la lógica
mercantil se filtra en los espacios de creación-producción. El artista funciona
como manager. Su obra se convierte en proyecto. En consecuencia la producción
artística se vuelve cada vez más snob; más compleja y racional, más
antropologizada, más alejada de la gente.
¿Qué resulta
contundente y qué resulta fatuo en este momento del arte?.
R.K.: Algunas palabras [al respecto de aquello que resulta contundente]
Tierra, territorio,
identidad, contención, equilibrio, frescura, vitalidad, tradición, apego,
lentitud, persistencia, belleza.
¿Si miramos
en cambio el arte como banalizador? ¿Dónde se encuentra todo lo que queda
deglutido y debilitado por la cultura de la imagen?
R.K.: Mueran todos los
retoños de Warhol.
¿Es posible
resignificar el aspecto artesanal del arte? ¿Por qué volver a la materia
resulta transgresivo como estrategia creativa?
R.K.: No me queda claro si
lo artesanal pertenece al pasado necesariamente. En un mundo donde lo
sustentable es más deseable que lo rápido, rentable o productivo, la forma de
producción artesanal podría recuperar su vigencia.
¿Cuándo el
arte produce cosmos en el caos?
R.K.: El arte debería
aspirar al balance. Ser caos cuando lo cotidiano está lleno de cosmos y viceversa.
¿Cuál es la
capacidad de agencia del arte al respecto de la realidad?
R.K.: El arte tiene el
poder de inspirar de manera individual o colectiva a individuos o
colectividades con capacidades de agencia.
Para mí, lo político en el
arte debe pasar primero por las tripas. Si pasa por la cabeza solamente,
resulta contradictorio con el sentido de la disciplina. Por ejemplo, el artista
cuya expresión política ha sido formada por los medios de comunicación masivos,
no hace más que reproducirlos.
Algunos apuntes a modo de
conclusiones
- La economía de mercado ha deglutido la política, la bonhomía ética, la coexistencia de los seres humanos con la tierra y con otros seres vivos, y ha desvirtuado los fines per se (aquellos fines dotados de dignidad por la tradición, o de humanidad en un sentido kantiano). Entre sus rasgos salientes están la racionalidad instrumental, el consecuente individualismo, y la pérdida de sentido.
- La especulación financiera y la digitalización de la imagen gozan de la misma levedad.
- Una manera de remontar la crisis es aspirar a la materia (arraigo a la tierra, identidad, cuerpo, historia). Las preocupaciones estrictamente técnicas de los artistas devuelven al arte su elemento transformador de la materia.
- Es a través de la permeabilidad (el contacto con todo) que el arte se torna más real.
Concluye Keitel.
[1]
Shiner, Larry (2004) La invención del
arte. Barcelona: Paidós
[2]
Thuillier, Jacques (2006) Teoría general de la historia del arte. México
D.F.:FCE
[3] ver el documental La
gran burbuja del arte contemporáneo, en el cual se sugiere incluso el
lavado de activos a través de la compra de arte en ferias prestigiosas como
ARTBASSEL en Miami.
[4] Jeff Koons incluye en su discurso múltiples referencias a la obra de
Miguel Angel para dar justificación a su escultura de Michael Jackson en el
documental El impacto de lo nuevo de
Robert Hughes.
[5]Rolnik,
Suely (2002) El ocaso de la víctima. La
creación se libra del rufián y se encuentra con la resistencia.