Saturday, March 09, 2013

Arte: materia levedad y mercado, un diálogo con el pintor Roy Keitel


“Pintura es lo que no son los medios de comunicación visuales. Un modo de compromiso específico, no una seducción general. Esa es su importancia para nosotros. Por todas partes y en todo momento hay un mundo que reformar a través del ojo subjetivo y la persistente lentitud del pintor.”
Robert Hughes/ El impacto de lo nuevo

Arte y materia

La pintura es un arte opuesto a la comunicación de masas, nos dice el crítico australiano Robert Hughes. No necesita aspirar al sensacionalismo, ni tampoco ser falsamente icónica. -No es comida rápida- sentencia.
La pintura forja una relación detenida y penetrante con sus objetos, sean abstractos o figurativos. Pero actualmente sus técnicas tradicionales han perdido crédito. Y cómo no adueñarse de los recursos que el medio digital ofrece para resolver toda clase de problemas inherentes al oficio (artesanal) del artista, inclusive convirtiendo en fatuos algunos esfuerzos técnicos en la actualidad.
Cabría postular alguna clase de riesgo en la simplificación del proceso del arte, sin embargo, no es este el problema de fondo, sino más bien la asunción de los nuevos recursos para lograr una genuina apropiación por parte de la subjetividad del artista en cuanto a su materia. No sería justo colegir que el problema es el surgimiento de géneros técnicos nuevos, puesto que la experiencia del arte no pasa por una depuración a partir del miedo o el prejuicio ante lo que hay; más bien por el contrario, sea lo que fuere que el arte tenga que decir, lo hará de forma contundente solo desde su permeabilidad. Sin embargo, hay algo que resignificar para restablecer algún equilibrio roto por la hiperrealidad del casino económico actual y sus  consecuencias estéticas en tanto falseamiento y subordinación del arte al mercado.

Partamos de alguna definición[1]
La palabra arte proviene de la palabra latina Ars, en tanto traducción de la palabra griega techné. En el siglo de las luces la distinción entre Bellas Artes (artes para el goce excelso del alma) y artes utilitarias (arte que se agota en una función), dio lugar a la calificación de artes superiores (goce desinteresado) y artes menores (vulgares) sedimentando el prejuicio de lo elevado de un pequeño y selecto conjunto expresivo (escultura, ballet clásico, pintura, música clásica, arquitectura, teatro) en desmedro de otras expresiones consideradas vernaculares, contribuyendo a la sedimentación de un logocentrismo europeo. Despotismo ilustrado.
El siglo XX hizo estallar la categoría de las Bellas artes, pues nuevos géneros como el cine, la fotografía, el cómic, reclamaron reconocimiento.
Hoy en día, algunos críticos como Jacques Thuillier[i][2] hablan de un vacío semántico en el arte. Una ausencia de definición o de criterios para juzgar en el arte, que genera sobrevaloración o “inflación” y poca sustancia: algo como todo vale, entonces nada es realmente valioso.
La diferencia de abordajes sobre el mismo punto entre artistas y críticos es explícita. El pintor Roy Keitel, con quien he sostenido la conversación que dio lugar a este artículo, afirma, como lo hiciera Gombrich al introducir su clásico “Historia del arte”, el arte es lo que hace el artista.
No hay Arte, así con mayúscula, sino artistas que se “apropian” de lo que viene dado desde su plataforma cultural así como desde un inconsciente colectivo, afirma Keitel.
Arte y capitalismo
El terreno del arte no ha sido menos susceptible que otros en ser afectado por la lógica del sistema financiero actual y sus concomitantes burbujas económicas*.[3]
El arte contemporáneo se convirtió en un mercado de bienes de lujo para ser coleccionados por los hombres más ricos del planeta en las últimas décadas. El desempeño de algunas instituciones del arte contemporáneo infló y parasitó la gran burbuja. Casa Sotherbys, por ejemplo, se hizo de pujadores  ficticios para elevar exponencialmente el valor de las piezas en subasta contribuyendo a generar la ilusión del gran arte contemporáneo. Aparecieron también nuevos art dealers y críticos de arte validando el gran interés conceptual de lo que constituye una época dorada para el arte, sin mejor parangón que el propio Renacimiento[4].
Mientras tanto las cajas llenas de fruslerías diseñadas por Damian Hirst, un artista inventado por un publicista británico, realizadas por sus ciento cincuenta operarios en el taller de su mansión, se acopian convertidas en burbujeante patrimonio.
El arte creado como un modo de seducción inmediato, al igual que las imágenes de la publicidad, constituye la misma clase de droga. Droga que enajena al artista de su propia capacidad disruptiva.

Bienvenidos al fascinante mundo de la imagen
Hay algo de perverso en la lógica financiera introyectada en el arte pues la misma se nutre de las subjetividades auténticas y las devuelve a la vida convertidas en espectros vaciados de sustancia: crea, tal como dice la psicoanalista Suely Rolnik, subjetividades prêt-à-porter, vampirizando la cultura (esto es, lo humano por definición) y su potencia creadora.
El arte se convierte en fuente de valor para la forja de un sistema que distingue subjetividades de lujo y subjetividades basura[5], llevando al paroxismo la diferencia entre ricos y pobres (Según cifras del PNUD el 20% de habitantes del planeta posee el 90% de la riqueza y más de mil millones de seres humanos viven con menos de un dólar al día).
El camino de la desregularización de mercados que supuestamente comportaría una experiencia de la libertad y el robustecimiento de la democracia, no ha servido sino para sedimentar las oligarquías en todo el mundo.

Diálogo con el pintor Roy Keitel

Parto del presupuesto según el cual el arte -lo mismo que la economía, la política, la ética, la relación del hombre con la tierra y con los demás seres vivos-  se encuentra actualmente en crisis.

R.K.: Las crisis producen una bifurcación sistémica al quebrarse una forma (orden) social hegemónico. En este punto, a las formas artísticas (culturales) vigentes se les oponen dos vertientes. Una que propone volver a un pasado perdido, otra que intuye un futuro posible.  Se trata  de la confrontación por una nueva hegemonía.
El stablishment del mercado artístico previo a la crisis, dominado por la lógica financiera,  enfrenta una crisis de valor, igual que lo ocurrido con las hipotecas basura. Reposa en un modelo de comercio excesivamente burocrático. Muchos intermediarios agregando valor, poca sustancia en la obra. Se traduce en un peso excesivo del mercado sobre la producción artística.
De este modo la lógica mercantil se filtra en los espacios de creación-producción. El artista funciona como manager. Su obra se convierte en proyecto. En consecuencia la producción artística se vuelve cada vez más snob; más compleja y racional, más antropologizada, más alejada de la gente.
¿Qué resulta contundente y qué resulta fatuo en este momento del arte?.
R.K.: Algunas palabras [al respecto de aquello que resulta contundente]
Tierra, territorio, identidad, contención, equilibrio, frescura, vitalidad, tradición, apego, lentitud, persistencia, belleza.
¿Si miramos en cambio el arte como banalizador? ¿Dónde se encuentra todo lo que queda deglutido y debilitado por la cultura de la imagen?
R.K.: Mueran todos los retoños de Warhol.
¿Es posible resignificar el aspecto artesanal del arte? ¿Por qué volver a la materia resulta transgresivo como estrategia creativa?
R.K.: No me queda claro si lo artesanal pertenece al pasado necesariamente. En un mundo donde lo sustentable es más deseable que lo rápido, rentable o productivo, la forma de producción artesanal podría recuperar su vigencia.
¿Cuándo el arte produce cosmos en el caos?
R.K.: El arte debería aspirar al balance. Ser caos cuando lo cotidiano está lleno de cosmos y viceversa.
¿Cuál es la capacidad de agencia del arte al respecto de la realidad?
R.K.: El arte tiene el poder de inspirar de manera individual o colectiva a individuos o colectividades con capacidades de agencia.
Para mí, lo político en el arte debe pasar primero por las tripas. Si pasa por la cabeza solamente, resulta contradictorio con el sentido de la disciplina. Por ejemplo, el artista cuya expresión política ha sido formada por los medios de comunicación masivos, no hace más que reproducirlos.


Algunos apuntes a modo de conclusiones
  • La economía de mercado ha deglutido la política, la bonhomía ética, la coexistencia de los seres humanos con la tierra y con otros seres vivos, y ha desvirtuado los fines per se (aquellos fines dotados de dignidad por la tradición, o de humanidad en un sentido kantiano). Entre sus rasgos salientes están la racionalidad instrumental, el consecuente individualismo, y la pérdida de sentido.
  •  La especulación financiera y la digitalización de la imagen gozan de la misma levedad.
  • Una manera de remontar la crisis es aspirar a la materia (arraigo a la tierra, identidad, cuerpo, historia).  Las preocupaciones estrictamente técnicas de los artistas devuelven al arte su elemento transformador de la materia.
  • Es a través de la permeabilidad (el contacto con todo) que el arte se torna más real.
"El arte desde siempre ha sido financiado desde el poder. La diferencia  entre el arte trascendente y el que no lo es, es que el primero de alguna forma se da maña para sacarle la vuelta al asunto del mercado y termina sobreviviendo a los mecenas mientras que el segundo muere con ellos"

Concluye Keitel.






[1] Shiner, Larry (2004) La invención del arte. Barcelona: Paidós
[2] Thuillier, Jacques (2006) Teoría general de la historia del arte. México D.F.:FCE
[3]  ver el documental La gran burbuja del arte contemporáneo, en el cual se sugiere incluso el lavado de activos a través de la compra de arte en ferias prestigiosas como ARTBASSEL en Miami.
[4]  Jeff Koons incluye en su discurso múltiples referencias a la obra de Miguel Angel para dar justificación a su escultura de Michael Jackson en el documental El impacto de lo nuevo de Robert Hughes.

[5]Rolnik, Suely (2002) El ocaso de la víctima. La creación se libra del rufián y se encuentra con la resistencia.