MI VIDA EN MOTOTAXI
Entre este post y el anterior ocurrieron algunas cosas que me parecen dignas de mención. Tuve que ir a comprar comida para mi casa, en vista de que esta semana casi ha terminado sin haber tenido el espacio (temporal) para hacerlo. Se hizo tarde, pero la euforia post día muy intenso, me hizo agarrar a paladas una olla con un saldo de ají de gallina sin antes preguntar si acaso había cenado el resto de la tribu. El cansancio me había enajenado. De pronto estaba subida en un mototaxi a cuarto para las diez de la noche rumbo a un almacén para traerle comida a mis pichones, que incluyen un gato techero que solo nos visita por las noches a la hora de la cena, se llama Clavel (Al menos de noche, porque de día no lo conocemos).
Una vez en el supermercado me di cuenta de que la gente que va de compras a esas horas tiene los carritos de compras más bizarros que se hayan visto jamás. Había una mujer, por ejemplo, que solo llevaba golosinas. Luego un hombre con chaleco de camarógrafo y un morral, compraba panes fríos y elásticos igual que yo y tambien hojas de afeitar. Su cara era como un estómago parlante. Mi propia compra era un poco objetable, tuve que dejar una botella de yogurt de sauco para que me alcanzara para mi vino favorito. ¿Es el cansancio tambien un temple del espíritu?¿es capaz de ponernos en contacto con el ser, al igual que el aburrimiento, tal como pensaba Heidegger?. Sostuve un breve coloquio con el cajero que tenía los mismos ojos inyectados que yo. Él fue amable, y le dije que ser amable a esas horas de la noche era como ser amable por partida doble. Luego caminé unos metros por el paso rumbo a la escalera mecánica; entonces se produjo un silencio sólido y luego los ruidos se diferenciaron nítidamente, era el sonido de la noche, hecho de vibraciones amplificadas. Oí el aleteo de un ave. Alcé la mirada y vi nada menos que una paloma surcando el techo de conteiner altísimo de ese supermercado iuminado con focos alógenos. O.K., pensé. Luego descendí en una rampa eléctrica y cuando hube aterrizado tuve como primer plano ante mi a un grupo de obreros de construcción, arrastrando carretillas llenas de rocas, irguiendo con su esfuerzo en medio de la noche enormes locales para trasnacionales del pollo, de la salchicha, de la carne molida. Sentí pudor.
Cargando mis bolsas sin sentir absolutamente ningún peso ajeno al de mi propio cuerpo, prácticamente me avine contra un moto taxi. El chofer se bajó para abrirme la puerta de su tolva. Y al verme nos reconocimos. No tengo idea de como se llama, pero es mi amigo. Una vez me hizo un servicio de diez soles (me contó que nunca antes lo habían contratado por hora). viajé en mototaxi buena parte de la mañana realizando diligencias y me habló de una entrevista radial a Gastón Acurio que lo había impactado, hablamos del cariño que se le pone a ciertos empeños laborales, de la gratuíta pasión entregada al hacer que parece ser la bondad. Hablamos de un hombre que teje canastas en una esquina cerca de Escardó; fuimos "por las rutas" de un carpinero ambulante de sillas y mecedoras para niños, un hombre viejo con pinta de faquir (ambos pensamos que es un santo). Era él, mi amigo, sentí gran alivio porque por un momento imaginé que podía desmayar, y que él, sin duda, me socorrería. Hoy sentí como seguramente sentían los poetas simbolistas franceses cuando desarreglaban sus sentidos, me pareció claro que la realidad es lo mismo que el sueño...pero tal como dice un viejo cantautor cubano, era cansancio vulgar nada más.