Friday, August 10, 2007

Variete para Sandro Gamarra


Cuando vi por primera vez actuar a Sandro, ya formaba parte de Fantástica Circo junto con otro chico a quien tambien admiro llamado Bruno -el mago- Tarnecci. A Tarnecci lo conocí porque había sido alguna vez mi alumno en la pre Lima, época en la que yo me esforzaba por introducirlo seriamente en el fascinante mundo de las dictaduras militares durante mi clase de historia del Perú contemporáneo, por supuesto sin éxito: Tarnecci sabía bien lo que tomaba de la realidad, y una parte de mi, que se aliaba con su menú de sortilegios, me hacía golpe de Estado cuando Tarnecci conseguía que me atacara de risa mientras lo reñía por pasarse mi clase haciendo trucos con cartas, cosa sin precedentes ni réplicas en toda mi impoluta historia profesoral. A Sandro lo conocí mucho antes, y tambien muy lejos de mi faceta "miss clairol". Sandro debe tener la misma edad que yo, y nos encontramos unas cuantas veces de manera fortuita, desgarrados por la misma luz parda de algunos bares en la madrugada. Yo conocí a Sandro en una barra y recuerdo muy bien esa noche, a pesar de los estragos de la poca luz que deja en uno el exceso de alcohol, como era de hecho mi caso.Una de las cosas que recuerdo bien es que Sandro me salvó de la que hubiera sido una estrepitosa y por cierto, muy mala caída. Estaba a esas alturas ya muy mal sentada en una de esas bancas de tornillo super altas, y por supuesto perdí el equilibrio, cosa que ocurre hasta en las mejores familias. Sandro me atajó en el aire librándome de caer de nuca al piso. Así nos conocimos.
Ahora que la melancolía (la bilis negra de la melancolía) parece colarse por todas partes, sigo viendo brillar algunos ojos en medio de la oscuridad. Me parece ver entonces una pequeña luz de color rojo saltando por todo su cuerpo, saliéndosele por el oído, convirtiéndose en burbuja, meciéndose en una caja suspendida en el aire, en medio de una torre de cajas suspendidas en el aire, y todos nuestros ojos despiertos en medio del humo dirigiéndose a él y vibrando para él en la penumbra del sótano de un bar.
Sandro nos ha salvado de morir repetidas veces, como lo hizo tambien con los chicos de los cerros aledaños a La Victoria, llevándoles la técnica de su trabajo y compartiendo con ellos su manera gozosa de estar en la vida. Así muchos canillitas, cuidadores de carro, vendedores ambulantes y pirañas compartieron con él la luz, el aire tóxico y amable de nuestra ciudad y se sintieron acogidos por ella en medio de los aplausos del circo ambulante.
En la carpeta número cincuenta y dos, el mago Tarnecci me alcanzó una carta para que la recordara. Eso fue hace miles de años. Esta se la debo a Sandro, a quien necesitamos todos de regreso.
Varieté maratónica para Sandro
en La Fábrica
sábado 11 agosto
Av. Bolognesi 593 Barranco